Arqueología histórica

Los documentos escritos en la arqueología histórica

Las fuentes escritas, así como las evidencias arqueológicas y el relato oral, son datos que deben ser entendidos como construcciones conceptuales, y por lo tanto, comparables, cuestionables y sometidos a contrastación; el registro arqueológico y el registro escrito son
elaborados a partir de objetos empíricos y en función de determinados objetivos, problemas de estudio y modos de investigación (Wegner, 1995; Pedrotta & Gómez Romero, 1999; Wiikie, 2006). En consecuencia, no encontramos razones para sustentar la "sumisión de
la información histórica a la información arqueológica" (Zarankin, 1999), ni tampoco negarle un rol al registro histórico o arqueológico en el proceso de validación de hipótesis (Ramos, 2000).
Por su parte, respecto del aporte documental, Rocchietti señala que "los documentos ofrecen un modelo esperado, una descripción, a veces específica, otras general, de lo que los arqueólogos pueden encontrar en el terreno para, en el momento oportuno, elaborar un
modelo observado, una postulación de relaciones entre variables de investigación aplicable al conjunto material. Las reglas de combinación y correlación que pautan la situación heurística entre uno y otro debieran ser consideradas a la luz del conjunto documental
y del conjunto arqueológico" (2003:178). Siendo así, la arqueología histórica no debe considerar solamente a la historia como eje de sus estudios (con los datos arqueológicos aportando información sobre aspectos invisibles del registro escrito), es decir, no basta que las fuentes escritas sean un aporte en la contrastación de hipótesis, o sirvan sólo para realizar analogías históricas directas (Quiroga, 2005), sino que deben servir como base para la postulación de modelos en problemáticas específicas de estudio; "si consideramos al documento como un signo y el pasado como la cosa significada, el nexo entre arqueología e historia escapa a la servidumbre de la constatación arqueológica de lo que dicen o contienen los documentos, promoviendo la resolución de un problema mucho más complejo. La cultura material distribuida en el terreno, puede ella también ser estimada como un signo. Pero, en este caso, un signo que responde a otras reglas que las de la sintaxis del relato o del texto" (2003:178).
Según Knapp (1998), "el uso de la evidencia histórica y arqueológica en la contrastación de información, así como el intento de integración de aproximaciones arqueológicas, antropológicas e históricas, se relacionan a los presentes intentos de desarrollar una aproximación al estudio del pasado desde las ciencias humanas". De esta forma, se abren perspectivas o dimensiones de investigación, en las cuáles resultan relevantes los estudios de la historia no oficial, de modo que "aunque los documentos históricos contengan bastante más información contextual si reconocemos la lengua en que están escritos, el proceso de inferencia sigue siendo el mismo: dar significado al mundo material del pasado" (Hodder, 1988:26). Sin embargo, se deben considerar los sesgos propios del registro histórico (Wegner, 1995; Wiikie, 2006), al asumir que han sido los grupos dominantes en determinadas épocas, los que han dejado su testimonio y visión de los acontecimientos que narran "la que como toda idiosincrasia particular se encontrará viciada con intereses, valoraciones y prejuicios propios de su clase y posición social" (Pedrotta & Gómez Romero, 1999). De esta forma, resulta importante una arqueología histórica que reconstruya la historia de los grupos sin voz, es decir la vida cotidiana y los procesos en que las amplias mayorías así como las minorías de la historia oficial se vieron implicadas. En definitiva, la relevancia de trabajar con documentos escritos reside en que estos "nos entrega una visión fundamental para entenderla [una época]. Los registros históricos constituyen intersticios a través de los cuales es posible avizorar el pasado" (Pedrotta & Gómez Romero, 1999).
Por su parte, el estudio de la cultura material de esas grandes mayorías, presenta amplias perspectivas como novedosa fuente de información para la construcción de relatos históricos, pudiendo entregar puntos de vista que desde las fuentes escritas primarias no
se obtienen cuando se construye el relato historiográfico. En efecto, el discurso histórico más allá de los colores políticos del investigador (Funari 1999), ha permanecido en tanto práctica consistente en contar la historia, emparentado con los rituales del poder, no solamente en relación a contenidos presentes en trabajos historiográficos reforzando determinadas ideologías hegemónicas, sino que más bien en un sentido metodológico: el uso de fuentes primarias que se relacionan a intereses del poder. Si se usan fuentes administrativas para construir una historia, se estará haciendo una historia sustentada en parte, en los intereses oficiales (univocalidad). En este punto, la arqueología histórica tiene la posibilidad desde la cultura material de aportar hacia la polivocalidad en la historia, generando un análisis del pasado que considere "(...) temas invisibles en la historia escrita
que son accesibles gracias a los vestigios (...)" (Funari 1999:113). De esta manera, el análisis e interpretación de cultura material sumado a la utilización de fuentes escritas en Arqueología Histórica, da como resultado un novedoso relato sobre el pasado (Funari 1999; Orser 2000). En consecuencia, el patrimonio arqueológico de las grandes mayorías puede entregar nuevos puntos de vista hacia memorias colectivas. El estudio de fuentes de información como los textos y la cultura material pueden dar cuenta de procesos sociales locales, "que seguramente no se explican por las mismas relaciones sociopolíticas que operan en las áreas centrales" (Quiroga, 1999:277). Así, el sitio arqueológico del Mineral de Caracoles, visto como "el resultado de una jerarquización desigual de los espacios regionales" (Quiroga, 1999:277), constituye una fuente significativa de información contenida en su cultura material, y por lo tanto, su investigación adquiere real significado para dar cuenta, como lo menciona Quiroga, "de la diversidad de experiencias sociales" (Quiroga, 1999:277).
Tal como fue señalado arriba, partimos de la idea de que textos, relatos y objetos, resultan relevantes porque informan directamente sobre un aspecto particular del pasado de una sociedad (Obregón Cardona et. al., 2003). Ellos constituyen referentes estructurales en los cuales se construyen y reflejan representaciones, percepciones y visiones de mundo (Vovelle, 1985; Chartier, 1999). Más allá de la exigencia en reconstruir el contexto económico y social de Caracoles, consideramos que nuestro trabajo consiste en presentar de
manera coherente al menos una versión de su dinámica histórica, del cual provienen los relatos, los textos y los objetos que registramos (Obregón Cardona et. al., 2003), en el contexto de una arqueología del pasado reciente de la sociedad regional.